Gracias a la iniciativa de un grupo de entusiastas empresarios de la Ciudad y para el asombro de cientos de espectadores que de esa forma descubrían aquella nueva magia, el 18 de julio de 1896 se realizaba en el país la primera proyección cinematográfica.

¿El lugar? El recién inaugurado espacio teatral bautizado Odeón, construido en el mismo bloque que el Royal Hotel, conjunto demolido en 1991; finalmente un emprendimiento edilicio en obra bautizado Torre Odeón), marca que desde 1903 identificaría a un sello discográfico alemán y, hace un año, a la plataforma del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales dedicada al cine nacional.

Allí se proyectaron los célebres cortos de los hermanos Lumière que se habían estrenado el año anterior en París, gracias al impulso del empresario teatral Francisco Pastor y el periodista español Eustaquio Pellicer, quien algunos años después fue uno de los fundadores de las revistas Caras y Caretas y Fray Mocho.

En rigor, no era la primera: el 6 de julio de 1896, en un salón de la calle Florida 344 (más tarde un cine y hoy una galería comercial) se presentó el Vivomatógrafo, con un proyector inglés y obras del pionero inglés Wiliam Paul. Pero se sigue considerando como primera función a la ocurrida en la vecina sala con forma de herradura del Odeón.