Renunció Alberto Baños, el subsecretario de Derechos Humanos

Su gestión redujo el organismo a una tercera parte, en medio de ataques a las políticas de memoria. El exfuncionario incluso llegó a negar los crímenes de la última dictadura ante un comité de las Naciones Unidas.

El éxodo dentro del gobierno no se detiene. Tras el descabezamiento de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), se conoció que Alberto Baños se va de la Subsecretaría de Derechos Humanos (SDH). Durante su gestión, Baños degradó la política de derechos humanos y redujo el organismo a una tercera parte. El mes pasado, se presentó ante un comité de las Naciones Unidas para negar la magnitud de los crímenes de la última dictadura.

La salida de Baños coincide con la llegada a la SDH de Alfredo Vítolo, un exasesor del macrismo en el área de derechos humanos que se entusiasma con el “perdón” a los represores.

Baños llegó al cargo de secretario de Derechos Humanos de la mano de su amigo Mariano Cúneo Libarona. No tenía los mejores antecedentes: como juez no había investigado la desaparición del policía Arshak Karhanyan y había firmado un fallo para que José Martínez de Hoz, ministro de Economía de la dictadura, saliera de la cárcel.

La noticia fue confirmada a este diario por el ministro de Justicia, quien lo describió como un “excelente funcionario que cumplió enormes tareas”.

Su gestión estuvo marcada por los despidos y la presencia de efectivos de la Policía Federal Argentina (PFA) controlando los ingresos a la sede de la SDH en el espacio de memoria que funciona en lo que fue el campo de concentración de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Baños no logró siquiera designar funcionarios clave en la SDH durante su gestión.

El inicio de año fue especialmente violento. Su secretaria avisó por WhatsApp que se cerraba el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti y se licenciaba a todo el personal. Pese a las promesas que Baños hizo en distintos medios de comunicación, el Conti no volvió a abrirse. En ese lugar, Baños también había censurado unas jornadas sobre políticas de la memoria cuando ya estaban en marcha.

En febrero de este año, impidió un recital, que habían organizado los organismos de derechos humanos, en la exESMA y fue a la justicia para prohibir actividades en El Faro, el sitio de memoria que funciona en Mar del Plata.

Baños también promovió la firma de una solución amistosa ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para decir que las acciones de los grupos guerrilleros fueron delitos de lesa humanidad. En el ámbito internacional, también se preocupó por avalar los reclamos de los jueces trasladados por Mauricio Macri a la Cámara Federal, Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi, para quedarse en sus cargos.

El golpe final de Baños se produjo en mayo pasado, cuando aceptó la degradación de la Secretaría de Derechos Humanos a Subsecretaría. En ese mismo momento, también desjerarquizó el Museo Sitio ESMA y el Archivo Nacional de la Memoria (ANM), que pasaron a depender del Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH).

Desde el principio de la administración de Javier Milei, Cúneo Libarona se convirtió en una pieza decorativa por obra y gracia de su número dos, Sebastián Amerio, hombre de confianza del asesor presidencial Santiago Caputo.

En el caso de Baños, en los últimos tiempos, empezó a sentir cómo las fuerzas del cielo que coparon el CIPDH y que también responden a Caputo le respiraban en la nuca.

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