¿Cuántos goles de violentos vamos a gritar?
Sebastián Villa, delantero de Boca, fue denunciado el viernes 13 de este mes por violencia de género, abuso sexual y tentativa de homicidio en junio de 2021. Desde entonces, las miradas estuvieron puestas en la formación del equipo de Battaglia de cara a la final de la Copa de la Liga contra Tigre. A pesar del pedido de hinchas, feministas y periodistas, el colombiano jugó. ¿Qué hacen y qué pueden hacer los clubes con sus jugadores en estas situaciones? ¿Basta con quedarse afuera del partido? ¿Cuál es el alcance de los protocolos vigentes?
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Acá estamos las socias para discutir
En los últimos años, la militancia feminista en los clubes tomó volumen en las comisiones de género, agrupaciones y los protocolos que marcan el rumbo de la prevención y sanción en casos de violencia. Más allá de invitarnos a ver cómo seguimos, el escenario expresa una tendencia previa: el feminismo no es algo que sucede solo en plazas y marchas, también se abre paso hasta resonar con fuerza al interior de las instituciones deportivas. Cada consenso o normativa nueva es fruto de discusiones en asambleas, de negociaciones y pujas con las comisiones directivas, y los resultados no están exentos de discusiones.
La pregunta acerca de qué debería suceder con jugadores como Villa, quien ya fue denunciado dos veces por personas distintas, es una de ellas. En estos casos se ponen en juego al menos dos miradas. Primero, aquella que repudia de forma tajante que el futbolista se pare sobre el césped como si no hubiera pasado nada, en donde pesa lo simbólico de toda decisión y gesto. “Todos tenemos que entender que si a un jugador de fútbol, que es ídolo en el club y es parte de uno de los equipos más importantes de la Argentina con el peso que tiene, le pasan estas cosas y no pasa nada, estamos dando un pésimo ejemplo de impunidad”, declaró la presidenta de AySA e hincha de Tigre Malena Galmarini.
La ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad Elizabeth Gómez Alcorta se expresó en una carta a la AFA en el mismo sentido: “Al no dar respuestas claras frente a situaciones de violencia de género, el mensaje que se emite es muy negativo, así como el impacto es positivo cuando sí las dan”.
Una de las críticas a esta postura es su carácter “punitivista” ya que coloca la solución en la pena futbolística y, en todo caso, para determinar culpables está la Justicia. En diálogo con Feminacida, Paula Ojeda, directora del Departamento de Género de Vélez, institución pionera en el abordaje de las violencias en el fútbol, se distanció de esa interpretación: “No es punitivismo, no se está tocando el derecho laboral del jugador porque puede seguir cobrando el sueldo y entrenando. Pero no tiene que ser citado al partido, al césped, a la cancha, ser televisado. Es impedir que la gente grite el gol de un tipo que tiene una carátula por abuso sexual”.
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Lo importante de esta tendencia de bajar del pedestal a los ídolos es que, en el caso del fútbol, no se trata solo de “cómo se tome cada unx” el asunto. Son muchos los señalamientos cruzados entre hinchas por gritar goles de jugadores denunciados. También hacia las feministas, a quienes se nos reclama ponderar la militancia por sobre todas las cosas, incluso por sobre pasiones que llevamos desde antes de sentirnos parte del movimiento.
Pero más allá de las posiciones individuales y de las distintas temporalidades de los cuestionamientos internos -“¿soy menos hincha por dejar de gritar un gol o menos feminista por hacerlo?”- la pelota también la tienen los clubes que tienen que tomar decisiones. Y es en ese punto donde cobra relevancia su rol social como instituciones promotoras del bien común más allá de los resultados deportivos, sobre lo cual venimos insistiendo lxs hinchas ante el avance de las sociedades anónimas. Esto implica reconocerse como entidades que reproducen violencias y que también pueden poner en marcha una serie de estrategias para erradicarlas. ¿Qué mejor que reunirse con sus propias socias que vienen pensando estos temas para ver cómo hacerlo?
Voluntad institucional, decisión política
Ahora bien, el problema en Boca es que directamente no hubo voluntad institucional de abordar el caso. En declaraciones con la prensa, el vicepresidente Juan Román Riquelme afirmó: “De Villa no tenemos más que palabras de agradecimiento. Nunca se tiró en la camilla, nunca dejó de entrenar. Como profesional me saco el sombrero. Luego, lo que pasa fuera de la cancha es otro tema”. Una vez más, la violencia de género aparece como un problema del ámbito privado del cual el espacio público, históricamente protagonizado por los varones -en este caso el fútbol- parece despojado.
En los festejos de ayer por la conquista del campeonato también se mostraron juntos en fotos y videos. Villa no se privó de dejar un mensaje: “Vamos a sacar esto adelante, Dios sabe quién soy, mi familia sabe quién soy, el grupo sabe quién soy, el club sabe quién soy…”. Sí, el club lo sabe, y por eso lo apaña.
Boca cuenta con un protocolo de prevención y acción ante situaciones de violencia de género que se activa a través de una denuncia institucional por parte de la víctima. Luego, el Departamento de Inclusión e Igualdad señala las medidas a tomar ante la Comisión Directiva. En el caso de Villa, se activó una semana después de la denuncia, ofreciéndole a la denunciante acompañamiento y asesoría. Sin embargo, no se tomaron medidas en torno al jugador.
Vélez, por ejemplo, interpuso una cláusula en los contratos del plantel de primera división a partir de la incorporación de Centurión en enero de 2020, quien había sido denunciado por violencia de género. La disposición señala que en el caso de que el jugador no se comporte de acuerdo al estatuto y al protocolo del club, será sancionado con la rescisión del contrato. En la misma línea, la Major League Soccer (MLS) de Canadá y Estados Unidos comenzó a apartar y suspender jugadores.
Fuente: Feminacida